lunes, 12 de diciembre de 2011

Centro Cultural Manuel Rojas 10 años


Estos son 2 textos con el mismo título, escritos el primero
por Víctor Muñoz, y el segundo por Rodrigo Hidalgo. Se complementan y hablan de las 2 etapas de nuestro Centro Cultural en estos 10 años.

Al final, un tercer texto, escrito por Jacinto Bustos, realiza un notable BALANCE.




Centro Cultural Manuel Rojas 10 años

Quisiera remitirme a los 10 años del Centro Cultural Manuel Rojas, abordando algo que, o no tengo del todo claro, o no recuerdo bien, que es el origen. La cantidad de actividades que se hicieron antes de llegar a García Reyes 243, las discusiones sobre por qué debíamos impulsar el proyecto de un centro cultural y los sentidos de éste, son aspectos que me resultan algo difusos. Están como posible apoyo a la memoria, unos cuantos textos redactados por algunos de nosotros y unas entrevistas aparecidas en periódicos. Pero no quiero ir a las fuentes escritas, que de eso se encarguen los historiadores, o para ser más precisos, los historiadores en sus horas de trabajo. Hoy quisiera recordar sin acudir al oficio, y reconozco que me cuesta.

Tengo imágenes que me sugieren una gran comunión en lo que se hacía, que pensábamos masomenos parecido en torno al sentido de todo esto, y que ello se fundamentaba en que nuestras trayectorias eran bastante similares, lo suficiente como para que las coincidencias se multiplicaran a la hora de buscarle continuidad a una historia escrita por nosotros, así mismo, en primera persona y plural. Me traslado por un momento, 20 años atrás, a la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, a las conversaciones en los pastos sobre qué es lo que había que hacer para enfrentar la somnolineta y ajena transición. Luego recuerdo los actos de homenaje a Manuel Rojas organizados por nuestro amigo Jacinto, eventos que tenían la particularidad de hacerse no en un sindicato prestado o una sede social sino en un bar para parroquianos de escaso poder adquisitivo ubicado en Cumming con Rozas. Lo que había allí era un bar para pobres, si usted quiere llamarlo de algún modo, de mala muerte para
los más siúticos, un sucucho donde las cervezas eran baratas y cuyo gran atracción era un woodlizer de mini discos de vinilo que aun funcionaba. Terminadas las lecturas, los músicos y la proyección de diapositivas de estas primeras actividades “manuel rojianas”, juntábamos las monedas de 50 para que la maquinita nos deleitara con Camilo Sesto, Los Ángeles Negros y Albert Hammond. Asistía mucha gente a esos actos y la señora Yoli, dueña del bar, ganaba plata como nunca. Si se quebraba un vaso lo cobraba igual, para ella, los negocios eran negocios.

Me da la idea de que todos buscábamos algo similar al sumarnos a este tipo de eventos que luego dieron paso al Centro Cultural Manuel Rojas. La identidad común que nacía allí, tenía antecedentes en las trayectorias personales. Siendo adolescentes, en la última parte de la dictadura, al final de los años ochenta, buena parte de nosotros habíamos participado de las dinámicas de aquella época. Militancias de izquierda, imaginarios de justicia social avanzada tras la caída de Pinochet, la expectativa de que todo lo que se generó de la fusión neo liberal – pinocho guzmaniana, terminaría siendo sólo un paréntesis, y que nuestra juventud la viviríamos en una democracia con mayúsculas. No fue así, hubo decepción y éramos demasiado chicos para que esa decepción se materializara en nostalgia perpetua de lo que nunca ocurrió. Por eso, todo lo que se nos propusiera, mientras señalara un nuevo motivo de organización y articulara un mínimo sentido utópico, lo tomábamos. Si nos decían que se necesitan profesionales jóvenes para ir a
hacer clases a la población Malaquías Concha, y apoyar al “centro juvenil Popular” que funcionaba allí, partíamos todos. Todos, los mismos del bar de la Yoli, partíamos y nos quedábamos años allí. Habiendo sido los más pequeños de los ochenta, pasábamos a adquirir la experiencia necesaria para convertirnos en veteranos de los 90.

El recuerdo funciona como el diaporama, esa tecnología ya perdida que no me molestaré en explicar (el que no sepa en que consistía, que vaya al diccionario o le pregunte a los mayores). El caso es que el recuerdo opera con imágenes que hablan por los contextos, algunas reflejando escenas de las vivencias, y otras, escenas de lo imaginado, síntesis simbólicas de los sentidos y
percepciones. Antes de ingresar a la facultad de filosofía y humanidades, siendo estudiante del querido y precario liceo Darío Salas, recuerdo que con amigos pensábamos qué sería de nosotros luego de ver derrumbarse un mundo que habíamos alcanzado a creer sólido. Cuando uno tiene 15, 16 años las imágenes de la niñez son las mejores para hacer analogías y mi imagen preferida, entonces, era una que me quedó de mis exploraciones al misterioso mundo de los insectos. Yo de niño, sin tener la crueldad de matar pajaritos, ni la osadía de escalar árboles y poner en un mínimo de riesgo mi integridad física, prefería experimentar con la naturaleza a ras de suelo, por ejemplo, desarmándole el caminito a las hormigas. Las soplaba, las movía suavemente, les removía el piso a fin de que perdieran su ordenado desfilar. De inmediato los bicharracos empezaban a reunirse, aun medio aturdidos, juntaban sus antenitas y se trasmitían un intraducible mensaje que les permitía volver a armar su camino. Sentía en esa particular
adolescencia, que tarde o temprano nos reordenaríamos tras un fin, un nuevo nosotros. En el año 1992, cuando conocí a los futuros fundadores del centro cultural Manuel Rojas, me pareció que coincidía con otras aturdidas hormigas y que en conjunto comenzábamos a tener claridades. De repente volvíamos a aturdirnos, como parte de la fiesta y para aliviar el estrés estudiantil, pero ya asumíamos que había un tanteo, una exploración de posibles horizontes.

Si lo pienso un poco, creo que queríamos volver a sentirnos parte, actores de la historia común, y por ello es que hoy, cuando Andrés Chadwick apunta a los estudiantes y les reclama “ustedes hacen política” y estos contestan desafiantes “si , la hacemos”, me parece que los 10 años de este centro cultural cobran más sentido que nunca. Este ha sido un refugio para una reconstrucción que fue múltiple. El nosotros ha desbordado los habituales de García Reyes 243 pues el proyecto último iba y va más allá de lo que hemos hecho en esta casa. Fundamos el Centro Cultural
Manuel Rojas porque queríamos leer poemas, cantar canciones, escuchar al libro vivo de José Miguel Varas, volver a leer El Vaso de Leche, sentir el hambre leyendo el vaso de leche y soñar con un país en donde se volviese a hablar del derecho a tomar leche, aquel medio litro diario del presidente de La Moneda bombardeada. Queríamos otro país, por ello fueron los 10 años. Queremos otro país y para eso, algo hemos hecho. No nos tomamos el Palacio de Invierno, pero en esta casa, desde hace una década, hacemos una revolución por cada estación, colgamos las pinturas, nos contamos los cuentos, montamos la academia, ponemos las piedras del mosaico y recibimos a cuanto grupo quiera compartir caminos. Es por eso que todos ustedes saben que la casa es acogedora, que su chimenea, aunque nunca se prenda, igual nos calienta, igual nos reúne, aunque pasen 10 años y más.

Víctor Muñoz Tamayo, 10 de diciembre 2011


Centro Cultural Manuel Rojas, 10 años


Comparto antes de partir, una reflexión contingente que acaso se relacione con mis palabras de más adelante. Hoy: día de los derechos humanos, se ¿celebra? el día que murió Pinochet. Hace 5 años el muy mierda se murió y celebramos en la Alameda. Ya no sé si celebrar. Se murió sin
pagar, fuera de la cárcel, y sus hijos y secuaces gobiernan, celebran a los torturadores. La historia universal lo tendrá en sus páginas como asesino, como uno de los dictadores latinoamericanos más perversos. Pero acá, fuera de las páginas de historia, en el país real que nos legó, puta que se hace pesado el día a día.

Pero estamos en otra cosa. Estamos celebrando los 10 años de este Centro Cultural.

No resulta fácil hablar de esta casa, de este centro cultural. No al menos en la posición en la que me encuentro. Quiero decir: actualmente soy parte del pequeño equipo que administra, coordina y dirige los destinos tanto del inmueble como de la organización. Pensaba no caer en las referencias o puntos de vista demasiado personales pero ya ven, me es sencillamente imposible.


Mi relación con el Manuel Rojas ha sido desde un momento específico y puntual, bien bipolar: desde finales del año 2004, para ser concretos, cuando dejó de existir la revista La Calabaza del Diablo. Víctor Muñoz hablaba recién de esa situación en la que estábamos los jóvenes de la década del 90. Hormigas buscando re-armar un camino. Eso había sido la revista para mí. Y el inexorable paso del tiempo con sus logros en la medida de lo posible, desgastó todo lo que había que desgastar. El año 2001 esa revista salía a kioskos y se lanzaba acá mismo, en el naciente centro cultural. Estábamos en sintonía. Jacinto colaboraba para la revista. Yo corregía mal sus textos haciéndolos decir cosas que no, que nada que ver. Trabajábamos juntos. El año 2004 se acabó la revista y yo me sentí realmente huérfano. Para entonces ya había conocido en esta
misma casa a mi actual pareja, Mary, y no sé cómo, o no me di cuenta cómo, el Manuel Rojas, desaparecida mi calabaza, se convirtió en mi nueva red, en mi nuevo circuito. Adopté a Tontón.

Pasaron aún algunos años de intensa actividad nocturna, sin embargo para el 2008 Jacinto, que dirigía y manejaba con personal autoridad el Manuel Rojas, estaba ya demasiado cansado. Del núcleo original, varios de los fundadores habían partido cada cual a construir su propio camino (al mismo tiempo la red se había ampliado, había mucha gente nueva, viviendo y aportando a la construcción de este espacio, pero no era lo mismo). Hablo de una suerte de evolución o mutación del Manuel Rojas, de cómo hemos envejecido en estos 10 años. Aún hoy muchos vecinos y otros que conocieron este lugar en el primer lustro de la década pasada, lo consideran un nido de anarquistas. Esa era la imagen que más o menos se tenía del Manuel Rojas. Hoy los
muchachitos anarquistas, hijos de algunos de esos vecinos, se acercan y nos preguntan qué pasó, y cuando les decimos que esta casa no es un arsenal, una fábrica de molotovs, nos miran con desdén. Algunos insisten en que nos pusimos amarillos.

Entonces reconozco que disfruté el cumplimiento de mis vaticinios. Desde mi dolido escepticismo, desde la herida diría Manuel Rojas, daba por cerrado el capítulo. Hablaba de los ciclos que se cumplen. Hacía paralelismo con La Calabaza. Dudaba a cada rato de si valía la pena: a cada nueva actividad que en el centro cultural se organizaba, yo me oponía. No va a resultar, decía. Me gané el mote de chaquetero. Y curiosamente, luego de ser el chaquetero que pregonaba el cierre de esta casa, terminé siendo de la directiva que la mantiene activa. No niego que en ello tiene una injerencia clave, determinante, mi amada compañera Mary. Por eso digo que mi relación es
bipolar. Porque depende del día, de cómo amanezco, si le tengo fe o si por el contrario me invade la derrota.

Dije que envejecimos y que sí, se cumplió finalmente un ciclo. Del 2007-2008 para acá, esta casa, esta organización, se convirtió en otra cosa. Más modesta quizás en sus planes y metas. Obligada a resistir en las más precarias condiciones tras el terremoto maldito. Hubo una crisis terminal, una reunión, un asado, una última cena en que estuvimos todos, los fundadores y los que nos íbamos convirtiendo en “los nuevos”. Las reuniones ya no eran en bares, eran ahora con los hijos correteando por el patio. ¿Bajábamos las cortinas, o no? Salió el chiste necesario. La razón por la cual mantener este espacio, demandando esfuerzo, tiempo y dinero. ¿Era acaso que no teníamos cómo dejar sin hogar a Tontón? Se convirtió en el perro con la casa más grande y cara de Chile,
sin lugar a dudas. Ahí se configuró, se nos entregó plenos poderes al grupo de 4 que decidimos sostener la casa, apostar a su sobrevivencia y continuidad. El chico Eduardo Gálvez, su compañera Daesha Freedman, la Mary y yo. El germen, no sé cómo, se había mantenido. Ahí estaban para apoyarnos (siempre habían estado en realidad) los vecinos del barrio Yungay, con Pepe Osorio y Rosario Carvajal, el fútbol con Eddie Arias, el taller Fermín Vivaceta que arregló las grietas; la sangre joven de los raperos, la red de hiphop activista, Guerrillero y Pilar, Giorgio y Gislena; y la enorme cantidad de artistas, poetas y escritores que habían leído o hecho talleres acá, invitados por Jacinto, y que nos conocíamos además desde La Calabaza, los que estuvieron siempre, ahí estaban, acá están. Imposible es nombrarlos a todos. Son muchísimos. Como decía Jacinto: la “escena literaria chilena”, si hay alguna patraña que se pueda asociar a esas palabras, ha pasado por acá. La familia no sanguínea de Manuel Rojas. Son ustedes, nuestros amigos, los
que finalmente nos han sostenido estos 10 años, a pesar de las crisis internas, a pesar de los contextos cada vez más adversos, a pesar de los logros en la medida de lo posible, y a pesar de que envejecimos y tenemos más dudas y mañas, y menos tiempo y osadía para tirar piedras.

Insisto. No sé cómo. A veces incluso no sé mucho para qué. Pienso que es un capricho. Que parecemos orangutanes rascando con un palo una piedra, intentando dejar una huella.
Pero seguimos en pie. Y todo indica que vamos a seguir estándolo.

Rodrigo Hidalgo, 10 de diciembre 2011






BALANCE

El Centro Cultural Manuel Rojas ha acopiado un universo de acontecimiento en sus diez años de historia.
3650 días con las puertas, las ventanas y la mente abierta. Open mind, open mind, dice un amigo.
Se han cancelado unos 40 millones de pesos en arriendo por la casa, y más de nueve millones en gas, agua y electricidad.
600 noches de juerga: cumpleaños, aniversarios y carretes varios, y en estos mismos, 280 veces alguien ha dado jugo, y sobre todo, alguien que no quiero nombrar. Se han bebido 44 mil litros de cerveza, 30 mil botellas de vino, 1000 de wisky y otros miles de vodka, ron y pisco. Se han fumado 70 mil paquetes de cigarrillos, de todas las marcas, con o sin la imagen de don Miguel. 753 hombres y 313 mujeres han vomitado en el baño, patio o en las piezas de la casa. Se han quebrado 1357 vasos, roto 89 vidrios, y destruido 48 sillas. 12543 personas han despertado con una horrible caña producto de esas noches de juerga. Se han conocido 257 parejas, 45 con resultados de noviazgo. En las siete habitaciones, tres baños, 2 salas de eventos, escaleras, patio y cocina, se han pegado más de 40 mil polvos, utilizándose 20101 preservativos y 43 viagras, 897 coitos interruptus, 40 mil erecciones y eyaculaciones, pero sólo 4 mil orgasmos femeninos. Se han concebido al menos 4 niños, y en semana santa, Susana, con la ayuda de una machi, ha parido. De los abortos aún no se tiene registro.
Han tocado 87 bandas, cantado 65 solistas. 57 obras de teatro se han presentado. Han leído unos 343 escritores y poetas; 340 mediocres y al menos tres emergentes. Se han leído aproximadamente unos 1530 poemas y narrado unos 260 cuentos
Se han realizado 8 semestres de Academia Manuel Rojas con más de 50 cursos, destacando los de historia, literatura, filosofía, arte y política. 32 profesores han realizado clases, más de 300 alumnos han asistido a ella. Se han confabulado 320 reuniones políticas, con 3220 asistentes. En éstas han participado 2800 revolucionarios de izquierda, entre los que se cuentan: frentistas, miristas, jotosos, ecologistas, secundarios, feministas, anarquistas y, por sobre todo, los ciudadanos defensores del glorioso Barrio Yungay; alrededor de 300 han sido ultra revolucionarios y antinazistas, que por lo general nos rayan las paredes y los baños, con la frasesita, “todo espacio es público”.
1370 veces hemos hecho el aseo completo de la casa, en 542 ocasiones sólo barrido. 936 mañanas o tardes hemos pasado virutilla, 624 limpiado sólo el baño y 247 los vidrios. En 23847 momentos se ha encendido la radio; 18200 veces para escuchar rock en ingles o en castellano; 5647 para deleitarse con boleros, merengue, salsas, cumbias, y en especial, tangos.
En estos 10 años, más de 50 personas han vivido en la casa, con alrededor de dos centenas de allegados. En más de 200 ocasiones los integrantes del centro cultural en reuniones se han concertado. En 180 oportunidades estos conclaves han terminado en ideas y actividades fructíferas, las 20 restantes se han producido airadas peleas que han puesto en riesgo la existencia de esta casa. 12750 veces se ha discutido de política, de las cuales, la mitad de éstas ha triunfado el sector moderado y en la otra mitad los que se creen más de izquierda.
544 veces han venido a reclamar los vecinos; 540 veces por ruidos molestos debido a, 400 noches por tener la radio a todo volumen, 140 por los cantos amenizados por el guitarreo de Hidalgo, y las otras 4, por que los habitantes de esta casa, siguiendo el ímpetu de ésta, han tenido sexo de manera muy apasionada.
45 veces no hemos logrado juntar todo el dinero para pagar el arriendo, y en 45 ocasiones ha habido un integrante de la organización que se ha puesto con la plata que falta. En 15 oportunidades nos han cortado el agua y en doce la luz. Hemos pasado 4 inviernos sin gas para la ducha. Hemos comido 2076 almuerzos arroz y tallarines. 200 veces hemos sentido deseos de mandarlo todo a la mierda (y en este punto me incluyo), pero 400 hemos sentido la motivación de seguir adelante.
Nos han dicho de todo en estos años, por ejemplo: que la casa nos la da la Municipalidad de Santiago; que la tenemos en comodato por 50 años; que hacemos las cosas porque recibimos un sueldo de una ONG importante, pero inexistente, del extranjero. Nos han catalogado de grupo pequeño burgués porque cuando prestamos la casa cobramos un mísero arriendo. Nos han tildado de anarquistas, jotosos, frentistas, miristas, trotzkos, socialistas, sindicalistas, contrarevolucionarios, concertacionistas, y los militantes más esquizofrénicos hasta de sapos. No obstante, nunca nadie nos ha dicho nada a la cara y tampoco, como a la vieja usanza izquierdista, nos ha golpeado.
Nuestra sede ha servido para que se reúnan los grupos más extraños y diversos, todos con pretensiones de ser los dueños de la verdad, de la verdad verdadera, dogmáticos o ilusos hasta la inocencia, pero la mayoría de éstos, honestos, nobles, radicales y, por sobre todo, consecuentes, como la tradición popular, como el movimiento social, como Manuel Rojas.
En estos diez años se han concretado decenas de objetivos que nos planteamos un grupo de amigos, alumnos de las Facultades de Filosofía y Humanidades, Sociales y Artes de la Universidad de Chile. En esta casa se han realizado cientos de proyectos sociales, culturales y marginalmente se ha contribuido a construir parte de la Historia de esta maravillosa ciudad.
Tenemos la certeza, como alguna vez lo dijo Salvador Allende, que “el sacrificio no ha sido en vano”, aunque más que sacrificio en estos diez años ha habido juerga; “tenemos fe en Chile y su futuro”, pero no en el Chile del Escudo Nacional, el Congreso y la Bandera, porque sabemos que los que adoran esos fetiches son los mismos que le hacen homenajes a Krasnoff; tenemos fe en el Chile que se construye en la solidaridad y la autogestión desde el Barrio; apropiándose del espacio público, construyendo la cultura que trasciende y que tiene por lógica el libre pensamiento y la autogestión.
En esta casa, en estos diez años, han sucedido miles de cosas. 3650 noches en donde se han divisado 130 lunas llenas como la de hoy.
En esta casa miles de personas se han saludado, se han amado o han discutido.

Sin embargo, en esta casa, en estos diez años, ha habitado un solo perro, y para él, mi saludo más especial.
Salud y Anarquía, Tontón

Jacinto Bustos, diciembre 10 del 2011

lunes, 5 de diciembre de 2011

próximo sábado 17 de noviembre

El club de poetas tiene el agrado de invitarles a su primera fiesta solidaria.
Contaremos con la participación de los poetas:
Alejandra del Río
Rudy Pradenas
Pablo Orellana
Raúl Harnández
y Eli Neira

La música estará a cargo de la banda NICHOS.

Vengan a disfrutar de buena compañía, música, rockanroll, choripanes y otras sorpresas.
La adhesión es de 1000 pesos.
Este evento será para colaborar con el club de poetas que se realizará por segunda vez en la Legua.






sábado, 3 de diciembre de 2011

viernes, 2 de diciembre de 2011

CAFÉ CONCERT: SÁBADO 3 DE DICIEMBRE




EL PANORAMA SE ARMÓ, CRECIÓ,
SE SUBIÓ POR EL CHORRO,
SE SUBIÓ AL PIANO,
SE LE SUBIÓ LA ESPUMA Y EL HUMO A LA CABEZA,
Y AHORA ES EL MEDIO PANORAMA, A PRUEBA DE FOMEQUES TELETONES. IMPERDIBLE.

Centro Cultural Manuel Rojas te invita a este show de café concert con música en vivo.

Se presentará la obra "El Camarín", espectáculo teatral de Las Maracas del Mambo.

Y luego un pequeño concierto de tango, en la voz de la espectacuolar Kathy Campos y su Trío Atípico.
El sábado 3 de diciembre, a las 21 hrs. Adhesión: $2 mil pesos.

Agradecemos cualquier apoyo en difusión de esta actividad y los esperamos